“No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores, para que se conviertan” ( Lc 5:27-32). La liturgia de hoy nos propone el Evangelio de San Lucas con el episodio de la vocación de Leví. ¡Qué bien nos viene este escenario en este tiempo de Cuaresma! Nos indica dos temas muy importantes que son: la misión de Jesús y la respuesta que Él espera de nosotros durante este tiempo.
Es Jesús quien nos llama a la conversión
D. Vincent Sserwaniko
Jesús señala a quienes murmuran que su misión consiste en llamar a los pecadores para que se conviertan y no a los sanos, porque los sanos no tienen necesidad de médico. Él lo demuestra claramente con su llamada a Mateo. Es importante siempre recordar que es Jesús quien nos llama a la conversión, porque quiere que todos nos salvemos y por eso ha venido.
A Él no le importa nuestro pasado ni nuestros pecados, así lo demuestra llamando al que todos conocían como pecador, Levi. Es interesante fijarnos en el cuadro de Caravaggio sobre la vocación de San Mateo; entre muchos sentados, entra el Señor y con su dedo llama específicamente a Mateo.
En este cuadro vemos que los que estaban con él se asombran, pero llama la atención la cara que pone Mateo quien parece que por dentro se pregunta:“ ¿pero, seguro me llamas a mí? ¿seguro no te has equivocado? ¿sabe usted la historia de quien llamas? Pero a Jesús le da igual y le dice: “Sígueme”. Ese es el mismo «sígueme» que Jesús nos dice a ti y a mí, especialmente en este tiempo oportuno de cuaresma.
Él no se cansa de llamarnos a la conversión de nuestros pecados y seguirle. A Él le importas tú y no tus pecados. Por eso nos ha dejado el sacramento de la Penitencia para que podamos dejar nuestra vida de pecado, convertirnos, recuperar la gracia y seguirle cada día.
Sin embargo, es importante también entender a qué se refiere Jesús cuando nos dice “sígueme”. Aquí nos da un ejemplo maravilloso Levi cuando lo deja todo y sigue a Jesús. Esta es la respuesta correcta, y Levi va más allá al invitar el Señor a su casa preparándole un gran banquete. Tú y yo cuando fuimos bautizados nos identificamos con Cristo y, cuando nos echaban el agua en la cara morimos con Cristo para resucitar con Él.
Al bautizarnos nos hemos identificado ontológicamente con Cristo por la gracia
D. Vincent Sserwaniko
Es muy significativo la fuente bautismal de la basílica de Santa Sofía donde el catecúmeno viene desde un lado, baja las escaleras hasta la fuente bautismal, se emerge en la fuente y sale por otras escaleras; esto es así porque ya es un hombre nuevo y no puede regresar por donde vino. Es igual para nosotros al bautizarnos, nos hemos identificado ontológicamente con Cristo por la gracia.
Sin embargo, por el pecado, se nos va manchando el alma poco a poco y empezamos a perder la vista en nuestro seguimiento a Cristo. Por eso la Iglesia pone a nuestra disposición estos cuarenta días, para que los aprovechemos y renovemos esa identificación con Cristo, muriéndonos con Él a través de nuestras penitencias y mortificaciones, y así ayudarnos a vivir mejor ese tiempo para que luego podamos resucitar con Él el día de la Pascua.
Pero en ese camino es imprescindible el sacramento de la confesión. Todo lo que hacemos en nuestra cuaresma, sea la limosna o las mortificaciones, sería nada si no estamos dispuestos a convertirnos y dejar atrás nuestros pecados. Necesitamos recuperar primero esa gracia y para eso está el sacramento de la reconciliación. Solo así seremos capaces de invitar al Señor a nuestras almas, como hizo Mateo después de su llamada.
Que seamos dispuestos, como Mateo, a limpiar nuestras vidas para que nuestro invitado, Cristo, esté a gusto. Recordad que es Él quien conoce el camino de este desierto que estamos atravesando en estos días, porque Él lo ha hecho ya. Por eso dejadle que te agarre la mano y te guie hacia el destino. Pedimos la ayuda de nuestra madre la Virgen para que interceda por nosotros y, como ella, sigamos siempre el camino del Señor.
Sobre el autor
Vincent Sserwaniko, diácono de la Arquidiócesis Kampala(Uganda). Entre sus aficiones está jugar al tenis. Su película favorita es: Clouds. Su libro favorito es Jesús de Nazaret, de Ratzinger. Estudia Licenciatura en Teología Moral y Espiritual.