Caminando juntos construimos la “civilización del amor”

La Iglesia vive un momento especial. El pasado 17 de octubre el Santo Padre Francisco, junto a todos los obispos del mundo, inauguraba la fase diocesana del Sínodo sobre la sinodalidad, cuya asamblea final se celebrará en octubre de 2023 tras un proceso sinodal diocesano y nacional.

En el marco de la realización de este sínodo, y como parte de la formación permanente impartida por nuestro seminario, se ha desarrollado una pequeña charla formativa sobre la sinodalidad, a cargo de los profesores de eclesiología de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra D. Ramiro Pellitero y D. Pedro Benítez.

En su ponencia los profesores recordaron a los seminaristas el origen del Sínodo de los Obispos, instituido por San Pablo VI en 1965, nacido con la finalidad de que un grupo de obispos asesoraran al Santo Padre sobre determinados temas, y de esta manera escuchar diferentes voces que contribuyeran al buen funcionamiento de la misión de la Iglesia.

De acuerdo con la exposición de D. Ramiro y de D. Pedro, la sinodalidad ha estado presente en la vida de la Iglesia desde sus primeros años de existencia, por eso debemos vivirla constantemente con un espíritu de alegría y de disposición, pues caminando juntos es como lograremos construir la “civilización del amor”.

El fundamento teológico de la sinodalidad es la misión, de cara a ella es que la Iglesia escucha a todo su pueblo y de esta manera hace cercano a todos sus fieles el anuncio evangélico. De igual forma los sínodos pueden ser un instrumento que sirva para acercarnos a otros grupos cristianos (ortodoxos y protestantes), y de esta manera encaminarnos a la unidad.

En su lectura sobre los problemas que puedan suscitar los sínodos los profesores recordaron que en toda reunión universal hay una conflictividad natural, que por otra parte también es palpable en la Sagrada Escritura, donde se evidencia las discrepancias surgidas entre los apóstoles por algunos temas, pero, al igual que en los primeros años, el Espíritu Santo sigue siendo quien dirige los destinos de la Iglesia. Por último recordaban la importancia de no perder de vista jamás la comunión que debemos mantener con el Santo Padre, como sucesor del Ministerio Petrino.

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