¿Cómo corresponder a la elección de Dios?

Corresponder significa, en último término, “pagar proporcionalmente beneficios” que recibimos de otros. Mas, ¿Cómo podemos nosotros, simples mortales, pagar los bienes que hemos recibido de Dios en la misma proporción en la que Él nos los ha concedido? ¿Puede un ser que ha salido del polvo y que al polvo ha de volver corresponder en la misma medida los agasajos que ha recibido del Altísimo, del Dios inefable, omnipotente y perfecto? 

Ningún hombre sensato, queridos hermanos, podría pensar que las potencias del hombre son capaces de apuntar tan alto. Podemos corresponder, sí, pero jamás en la misma proporción que nuestro Creador y Redentor, y esto aun solo con los auxilios que Él, Dios Altísimo que se ha abajado por nuestra salvación, nos brinda, de manera que en nosotros “reine la gracia por la justicia”, como dice el Apóstol. 

Que en nosotros «reine la gracia por la justicia»

San Pablo

Cuando un amigo nos hace un favor que sentimos o sabemos que nunca le podremos pagar, surge de nosotros, casi espontánea, la única reacción posible: intensificar el amor que ya sentíamos por él. Y como el amor no existe en abstracto, si no que se traduce en actos concretos, parece evidente que se multiplicarán hacia el amigo los actos de amor. ¿Y cuál es el acto supremo de amor? El sacrificio. “Nadie tiene mayor amor, dice Nuestro Señor Jesucristo en las Santas Escrituras, que el que da la vida por sus amigos”. Cuando hacemos cosas que nos cuestan por alguna persona es cuando demostramos verdaderamente el amor que sentimos por ella. 

Así pues, la forma de concretar el amor que debemos profesar a nuestro adorable Salvador no es otra que cumplir su divina voluntad. ¡Y qué difícil es para el hombre someter su inteligencia y voluntad a las directrices de otro! Triste mérito de nuestros días es el haber entronizado la voluntad particular de cada cual como única norma de su proceder en esta vida. Cada hombre parece ser único señor de sí mismo, y no se somete a otro aun cuando no sabe qué es lo que le conviene. 

La forma de concretar el amor que debemos profesar a nuestro adorable Salvador no es otra que cumplir su divina voluntad

D. Ignacio Felpeto

Dios siempre sabe lo que nos conviene, pues es sapientísimo, y no puede desear otra cosa para nosotros, porque es bueno en grado sumo. Pero lo que nos conviene no siempre es fácil de realizar u obtener. Todo lo bueno cuesta, reza el adagio popular. Y esto empuja a muchos hombres a desistir del recto camino trazado por Dios. Permanecer en él, pese a las dificultades, es la única forma que tenemos los hombres de corresponder la liberalidad divina.

Sobre el autor

Ignacio Felpeto Criado, diácono de la Diócesis de Lugo (España). Entre sus aficiones está: leer y jugar ajedrez. Su película favorita es Shutter Island. Su santo favorito es San Ignacio de Loyola.

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