En la solemnidad de San Saturnino, patrón de la ciudad de Pamplona, todos los seminaristas que estamos en Navarra nos hemos congregado en torno al señor Arzobispo, D. Francisco Pérez, para celebrar el día del seminarista. El encuentro se ha realizado en la parroquia de San Cernin, siendo recibidos por el párroco D. César Magaña, ahí nos hemos congregado más de cien seminaristas provenientes de los distintos seminarios existentes en Navarra: Seminario Conciliar San Miguel, Seminario Redemptoris Mater, Seminario de San Sebastián, Colegio Mayor Aralar y Seminario Internacional Bidasoa.
Durante la homilía, D. Francisco nos invitó a reflexionar sobre la vida pastoral, afirmando que «la verdadera pastoral no es el éxito, es entregarse. San Juan de la Cruz decía: donde no hay amor pon amor y sacarás amor». Nosotros estamos invitados a poner amor donde quiera que vayamos, en esto consistiría la vida pastoral de quienes deciden seguir la vocación sacerdotal.
Frente a las adversidades que encentramos en el caminar cristiano, y que buscan alejarnos del seguimiento de Cristo, el sr. Arzobispo recordó el ejemplo de vida de San Saturnino, quien «tuvo que enfrentarse al paganismo de su época y sufrió la persecución de quienes querían convertirlo al paganismo». San Saturnino fue valiente y defendió su fe hasta llegar a martirio. De la misma manera, nosotros, debemos saber ser valientes en la defensa de la fe.
Para la vida de un cristiano, y sobre todo de un sacerdote, la oración es un pilar fundamental; referente a ella D. Francisco no animó a «no hay que dejar nunca la oración para no convertir nuestra vida en una idolatría. Cuando estemos cansados, recordemos lo que dice Mateo 11, 28: «venid a mi los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré». Es importante tener como “protocolo” de nuestra vida la oración y los diez mandamientos».
Por último, tomando como ejemplo las muchas dificultades que el pueblo de Israel sufrió, nos instó a que «tras una caída hemos de volver de nuevo para destruir esos becerros de oro y que sea Dios quien realmente reine en nosotros. Lo mismo que hizo el pueblo de Israel».