El sacerdote invitado a celebrar las vísperas y adoración eucarística del pasado jueves sacerdotal, fue el padre Cary O. Reniva, originario de Filipinas e incardinado en la Arquidiócesis de Portland, Oregón. Ha desempeñado su ministerio sacerdotal en dicha Arquidiócesis durante trece años y actualmente se encuentra realizando la licenciatura en Derecho Canónico en la Universidad de Navarra.
En su reflexión sobre el texto del Apóstol Pedro que se leyó en las vísperas, el P. Cary recordó que el Apóstol Pedro escribió esto en una época en que los primeros cristianos estaban experimentado grandes persecuciones y grandes sufrimientos, incluida la posibilidad de la pérdida de sus propias vidas, pero permanecieron unidos de mente y corazón.
Aludió al Apóstol Pedro, quien “supo en carne propia lo que fueron las dificultades y traicionar al Señor. Ante las grandes persecuciones y demás contrariedades, es muy fácil tirar la toalla y rendirse. Al recordarles que tuvieran un mismo pensar y un mismo sentir, Pedro les estaba recordando básicamente su identidad en Cristo. ¡Qué importante es recordar siempre quiénes somos!”.
Recordó la historia de un señor mayor que visitaba a su mujer en la residencia o asilo de ancianos casi todos los días. Como él ya no podía cuidar de ella debido a sus crecientes necesidades y a su complicado estado de salud, su familia decidió internar a su mujer en la residencia. Pero él le visitaba todos los días. Llegó un momento en que su mujer ya no podía reconocerle, pero él seguía allí todos los días. Una vez, la enfermera lepreguntó: «¿Por qué viene todos los días si su mujer ya no le reconoce? El marido respondió: «Puede que ella ya no me reconozca, pero yo sé quién es ella y quién es ella para mí».
Ante esto, el P. Cary comentó que “recordar quiénes somos es esencial para ser fiel a la propia vocación. Cuando olvidamos quiénes somos, nuestra identidad básica como seminaristas y ordenados, nos abrimos al camino de la perdición”.
Por último, dijo que a la pregunta: ¿qué sucede cuando nos encontramos en un mismo pensar y un mismo sentir? San Pedro da la respuesta “apártate del mal y haz el bien” eso es la conversión que equivale a la palabra “metanoia”, y significa un cambio de mentalidad, una transformación radical de la mente y el corazón y la aceptación de nuestros defectos.
Para él, el seminario es un lugar donde podemos trabajar y curar nuestras heridas. Su invitación fue a que “amemos y sirvamos a la Iglesia abrazando primero la curación de nuestras propias heridas con un corazón sincero y contrito que surge de una profunda vida de oración”.