Vivimos en una época de cambios grandes y rápidos. El mundo avanza a un ritmo vertiginoso, y la Iglesia se interesa por responder a los retos que plantean las nuevas transformaciones. En este sentido, se entiende que la Congregación para el Clero haya publicado el año pasado una instrucción titulada «La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia».
Don Antonio Fernández Velasco, párroco de Santa Matilde (Archidiócesis de Madrid), ha estado con nosotros este sábado, 30 de octubre, para presentarnos las ideas principales de este documento. Lo hizo a lo largo de dos sesiones, que finalizaron con un espacio para las preguntas que teníamos los seminaristas.
La tentación de los extremos
Durante su exposición, Don Antonio hizo referencia a una tentación en la que se puede caer dadas las circunstancias: la tentación de «hacer, hacer y hacer», en vez de «sentarse, pensar y pedir luz al Espíritu Santo». Otra de las tentaciones, que indica el documento, es la tentación de la autoconservación: pensar que en la Iglesia la única tarea es procurar mantener lo que se tiene, sin un espíritu evangelizador.
A la vez, don Antonio advirtió que se puede caer en el extremo contrario: dedicarse a la pastoral de alejados descuidando a los propios fieles: «Como párroco, mi deber es cuidar a los fieles, teniendo en cuenta que los que llegan [a los alejados] sobre todo son los laicos, más que uno mismo».
Otra situación en la que es bueno evitar los extremos, explicó don Antonio, tiene que ver con las inercias. El documento de la Congregación para el Clero señala que el criterio del «siempre se ha hecho así» no basta. Pero, a la vez, tampoco se trata de introducir métodos pastorales novedosos sin ningún discernimiento. Por tanto, ni dejarse llevar por la inercia ni tampoco ser rupturista sin motivos.
Conversión pastoral y sinodalidad
Todos estos factores, entre otros (como, por ejemplo, el criterio de territorialidad para delimitar las parroquias), requieren una conversión pastoral. Don Antonio expuso dos criterios para comprender bien qué significa esa conversión: 1. La identidad hacia la que apunta la conversión pastoral y 2. La conversión es personal, más que estructural.
La Iglesia es una comunidad misionera en torno a Cristo
Además, don Antonio quiso reflexionar sobre la sinodalidad, teniendo en cuenta que recientemente se inició el proceso que conducirá al próximo Sínodo de los Obispos, que abordará este mismo tema, en 2023. Para entender de forma adecuada la sinodalidad, observó don Antonio, se debe tener en mente la Eclesiología del Concilio Vaticano II, que se puede articular en torno a tres términos: comunión, participación y misión.
La comunión, más que a una cuestión sociológica, se refiere a una comunión de los hombres con el Dios Trinitario: «Lo propio de la Iglesia es la comunión en la fe». Por su parte, la participación no significa mayor intervención en «actividades parroquiales» —manifestación de una «clericalización de los laicos»—, sino que apunta más a lo que considera el Concilio Vaticano II: una participación en los misterios de Cristo. La misión, por último, expresa que la Iglesia no está pensada para sí misma, para un grupo de personas afines, sino que está destinada al servicio de todos: «La Iglesia es una comunidad misionera en torno a Cristo».
El sacerdote: hombre de Dios y muy hermano de sus hermanos
Después de las dos sesiones, don Antonio concedió amablemente una entrevista al equipo de comunicación de Bidasoa, sobre el tema abordado en su exposición.
1. ¿Se podría decir que la conversión pastoral de la parroquia de la que se habla hoy está relacionada con la «vocación universal a la santidad» de la que trata el Concilio Vaticano II?
Tiene una relación evidente, inseparable, porque la Iglesia está para hacer santos; es decir, ¿cuál es el fin de cualquier pastoral? Hacer santos, es decir, que la gente llegue al cielo, que viva en la tierra encontrando esos caminos que le llevan al cielo, ¿no?
«Conversión pastoral» depende enteramente de lo que entendamos por pastoral. A la luz de esa llamada universal a la santidad, a la luz del redescubrimiento de la vocación bautismal que supone el Concilio Vaticano II, ciertamente que la pastoral se entiende así: es la actividad de la Iglesia que busca que sus miembros sean santos.
2. ¿Qué cualidades sacerdotales son especialmente necesarias para llevar a cabo esta conversión pastoral en las parroquias?
Es difícil señalar unas pocas cualidades… Yo diría la escucha. Escucha que es, en primer lugar, escucha de Dios y de lo que Dios nos quiere decir en este momento. Y escucha también del Pueblo de Dios.
Es lo que dice la Carta a los Hebreos sobre el Sumo Sacerdote, hablando de Cristo, que efectivamente puede dar la gracia porque es Dios —y nosotros recibimos de Cristo por la ordenación esa capacidad de ser ministros de gracia— y a la vez podemos comprender perfectamente a nuestros hermanos, porque compartimos con ellos todo, como ha compartido todo con nosotros Jesucristo.
Por eso, me parece que el sacerdote, que es un hombre de Dios, es también un hombre que es muy hermano de sus hermanos. Por eso, esa escucha para saber qué es lo que necesitan los hombres de nuestro tiempo es fundamental para poder discernir pastoralmente y juzgar. Eso tiene detrás un montón de virtudes que hacen falta: la humildad, la paciencia… Eso es clave: atender a lo que tienes delante —el Papa Francisco lo dice a su manera: «la realidad es superior a la idea»— y atender desde una escucha profunda y atenta de la Palabra de Dios.
3. ¿De qué manera podemos vivir la conversión pastoral los seminaristas durante el tiempo de nuestra formación?
Me gustaría antes constatar que, hasta que no recibes la ordenación, hay muchas cosas de la que no te enteras. En este sentido, hay una serie de cosas que puedes pensar en ellas, pero hasta que no estás en ello pues… Es como montar en bicicleta: te puedes preocupar sobre qué debes tener, sobre cómo debes montar, pero hasta que no montas aquello no sirve de mucho.
Dicho esto, ¿qué cosas sí me preparan y me ponen en buena disposición? Una formación profunda de mi mente y mi corazón en la fe: estudiar para profundizar verdaderamente en los misterios de la fe, porque de ahí es de donde tienes que sacar luz para lo que tengas delante. Junto con eso, la piedad. Como seminarista, cultivar una piedad sacerdotal. Voy cultivando y aprendiendo de Cristo Pastor y de los sacerdotes santos. Esto es lo que va alentar toda mi vida. Y tercero, el seminario es una etapa para cultivar las amistades; el seminario es una escuela de fraternidad, que luego, cuando sea sacerdote, tendré que poner mucho más empeño para vivirla.
Estudiar, rezar y hacer amigos: esas son las tres cosas que en el seminario nos preparan mejor para ser sacerdotes que vivan la conversión pastoral.
D. Antonio Fernández: un perfil
Nombre completo | Antonio Fernández Velasco |
Estudios | Licenciado en Matemáticas (Universidad Complutense) Licenciado en Teología (Universidad Eclesiástica de San Dámaso) |
Año de ordenación sacerdotal | 2009 |
Un libro | La Divina Comedia (y el comentario de F. Nembrini) |
Una película | Matar a un ruiseñor |
Santos de devoción | San Josemaría Escrivá, el Santo Cura de Ars y Santa Matilde |
Aficiones | Frontenis, lectura y cine |