La forma de amar a Cristo es padecer por él

D. Ignacio Felpeto, diácono de la Diócesis de Lugo, fue el encargado de dirigir las vísperas el pasado jueves sacerdotal. Durante su predicación reflexionó sobre las dos clases de amores que se encuentran en las personas: el egoísta y el sacrificado.

Para D. Ignacio la manera de distinguir entre los dos amores es cuando se “hace el bien a la persona amada y se padece por ella”. Por ejemplo, “Cristo dio muestras de su amor entregándose en la Cruz”. Tras este ofrecimiento voluntario y amoroso de Cristo nosotros “podemos corresponder sacrificándonos con actos que podríamos no hacer por comodidad o pereza”.

Los católicos tenemos un gran ejemplo en los santos. Ese día celebrábamos la fiesta del Beato Álvaro del Portillo, primer sucesor de San Josemaría y fundador de nuestro seminario, y al ver su vida-al igual que al ver la vida de todos los que han alcanzado la santidad- podremos expresar “cuánto han amado”, pues vemos que ellos han padecido por Cristo.

Cristo dio muestras de su amor entregándose en la Cruz

En la vida cotidiana siempre podremos encontrarnos con ocasiones propicias para padecer por Cristo. Por ejemplo cuando debemos dejar de hacer algo que teníamos planeado por ayudar a alguien que necesita de nuestra colaboración. Para D. Ignacio “la forma de amar a Cristo es padecer por él”, por eso a él hay que ofrecerle todas aquellas cosas que nos cuesta hacer.

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