La identidad del sacerdote es ser Cristo

Mons. Ángel Francisco Caraballo Fermín, Obispo de la Diócesis de Cabimas-Venezuela y seminarista de la primera promoción de Bidasoa, ha visitado nuestro seminario. Mons. Ángel ha presidido las vísperas del pasado jueves sacerdotal.

En su prédica ha reflexionado sobre el ministerio sacerdotal. Considera que «los sacerdotes, a través del Sacramento del orden, son configurados con Cristo sacerdote para hacer presente a Cristo en el ejercicio del ministerio, especialmente en la celebración eucarística. La eucaristía sin el sacerdote no existiría, ni viceversa».

Es importante que el sacerdote no se olvide de su identidad: su identidad es ser Cristo.

Mons. Ángel Francisco Carballo, Obispo de Cabimas

Trayendo a colación lo expuesto por el Rito de Ordenación, en el momento en que el obispo entrega la patena con el pan y el cáliz con el vino, explicó los tres verbos que se usan en este momento ««considera lo que realizas»: el sacerdote es amigo de Cristo, llamado personalmente, llamado y elegido por él. Es otro Cristo en la tierra, y es el hombre que santifica a los demás hombres a través del Sacramento. Ha sido puesto como cabeza de la comunidad para cuidarla y guiarla. El Santo Cura de Ars afirmaba: después de Dios el sacerdote lo es todo. El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo;  es el administrador de los bienes de Dios.

«Imita lo que conmemoras»: el sacerdote conmemora el sacrificio de Cristo. Debe celebrar la Eucaristía con los sentimientos que tuvo Cristo en la última cena. San Josemaría expresaba esta verdad afirmando que «ahí se renueva el sacrificio del Calvario».

«Conforma tu vida con el misterio de la cruz de Cristo»: las personas deben ver en la figura del sacerdote a Cristo. Especialmente en estos momentos cuando abunda la secularización y el relativismo. La Iglesia exige de sus ministros que sean fieles a la misión que se les ha confiado. El pueblo quiere ver en los sacerdotes a los hombres de Dios».

Por último, Mons. Ángel consideró que «puede darse entre los seminaristas un «seminarismo» que se manifiesta en no hacer caso a los formadores, o querer manipular al pueblo de Dios. Quienes así actúan se olvidan que fueron llamados para imitar a Jesús manso y humilde de corazón».

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