<strong>Nuestro camino cuaresmal es sinodal</strong>

Juntos como Iglesia peregrina en el tiempo, iniciamos el tiempo litúrgico de cuaresma: un tiempo propicio que Dios nos ofrece para considerar el misterio de Cristo en su pasión, muerte y Resurrección. Se dan tres cambios visibles en éste tiempo: primero el color morado que apunta discreción, conversión, penitencia, renovación y, a veces, dolor. Segundo, el altar, que adquiere sobriedad y austeridad con ausencia de flores y adornos como símbolo de acompañar a Jesus en el camino de la Cruz hasta la Pascua. Finalmente en la Misa no se cantan el gloria ni el Aleluya, así como en la liturgia de las horas se omite también el “Aleluya” al final de la antífona y el cántico aleluyético del Apocalipsis. 

El papa Francisco, en su mensaje para la Cuaresma, hace alusión al pasaje de la Transfiguración y hace una analogía entre la ascesis cuaresmal y el camino sinodal que emprende con más conciencia la Iglesia. Dice: “Es el tiempo donde el Señor nos toma consigo y nos lleva a un lugar apartado”. Hace ver que el Señor quiere encontrarse con nosotros y estar a solas con Él a pesar de que nosotros continuamos con nuestra vida habitual y cotidiana.

“La ascesis cuaresmal es un compromiso, animado siempre por la gracia, para superar nuestras faltas de fe, nuestra resistencia a seguir a Jesús en el camino de la Cruz, profundizar nuestro conocimiento del maestro, para comprender y acoger plenamente el misterio de la salvación divina”. Debemos por tanto dejarnos conducir por Él a un lugar desierto y elevado, distanciándonos de las mediocridades y de las vanidades.

Nos invita a ponernos en camino, un camino cuesta arriba que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña. “Como en cualquier excursión exigente de montaña, a medida que se asciende es necesario mantener la mirada fija en el sendero, pero el maravilloso panorama que se revela al final, sorprende y hace que valga la pena”. 

Pero recuerda que a Jesús hemos de seguirlo juntos, caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje: “nuestro camino cuaresmal es sinodal, porque lo hacemos juntos por la misma senda discípulos del único maestro”; la cumbre, la meta del camino, al final de la subida es la contemplación de su gloria, resplandeciente de luz sobrenatural. “La belleza de la visión fue mayor que el esfuerzo que los discípulos hicieron para subir al Tabor” El camino sinodal parece también un camino arduo pero lo que nos espera al final es algo maravilloso y sorprendente, nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión al servicio de su Reino. El camino ascético cuaresmal y sinodal tiene como meta una transfiguración personal y eclesial.

Finalmente, el Papa subraya dos cosas que pueden ayudarnos a vivir esta Cuaresma, la primera: escuchar a Jesús en su palabra y en la liturgia, meditar las lecturas bíblicas de cada día. La segunda: ver cómo nos habla también por medio de nuestros hermanos y hermanas, en los rostros y en las historias de quien necesita ayuda, en la escucha recíproca. No hemos de olvidar que la Cuaresma está orientada a la Pascua, vivir la pasión y la cruz, con fe, esperanza y amor para llegar a la Resurrección.

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