El pasado 17 de octubre tuvimos la visita del sacerdote colombiano Hernando Bello, antiguo alumno del Seminario Internacional Bidasoa, quien celebró la Eucaristía con nosotros. Durante su homilía nos compartió una reflexión que nos motivó en el camino sacerdotal, especialmente cuando se escucha de alguien que ha pasado por las mismas circunstancias que nosotros.
Nos recordó que Dios nos bendice de manera espiritual: una de esas bendiciones, destacó, es la gracia de formarnos en el Seminario Bidasoa. Esta formación, como subrayó, conlleva una gran responsabilidad, como nos recordó citando las palabras de san Pablo: «Fuimos elegidos en Cristo antes de la creación del mundo para ser santos e intachables en el amo».
D. Hernando nos exhortó a que, como candidatos al sacerdocio, respondamos de una manera más radical y mantengamos siempre presente nuestro llamado en nuestra formación enfatizando que el amor a Dios es lo primordial. Ese día celebrábamos a San Ignacio de Antioquía, quien dijo: “Mi amor está crucificado”; el celebrante indicó que este profundo amor a Cristo debe caracterizar a un sacerdote, como un hombre enamorado de Dios.
En su homilía, también evocó unas palabras de San Josemaría, para recordarnos que tenemos que “poner nuestro corazón en el suelo para que los demás pisen blando”. Estas palabras nos recuerdan que en Bidasoa vivimos en una verdadera escuela de caridad, donde el servicio y el amor al prójimo son pilares fundamentales.
La visita del este antiguo seminarista de Bidasoa nos inspiró a vivir nuestra vocación con mayor dedicación, recordándonos la gran responsabilidad que tenemos y el profundo amor que debemos cultivar hacia Dios y el prójimo.