Juntos como Iglesia peregrina en el tiempo, iniciamos el tiempo litúrgico de cuaresma: un tiempo propicio que Dios nos ofrece para considerar el misterio de Cristo en su pasión, muerte y Resurrección. Se dan tres cambios visibles en éste tiempo: primero el color morado que apunta discreción, conversión, penitencia, renovación y, a veces, dolor. Segundo, el altar, que adquiere sobriedad y austeridad con ausencia de flores y adornos como símbolo de acompañar a Jesus en el camino de la Cruz hasta la Pascua. Finalmente en la Misa no se cantan el gloria ni el Aleluya, así como en la liturgia de las horas se omite también el “Aleluya” al final […]