Un tiempo para revitalizar la fe

Este verano he tenido la oportunidad de pasarlo en mi natal Diócesis de Granada, Nicaragua. Ha sido una experiencia fascinante porque fue una oportunidad para reencontrarme con mis seres queridos (familiares y amigos), también para poner en práctica todo lo que he recibido en estos dos años de formación.

Los seminaristas en mi país suelen tener una activa vida pastoral. Ayudan a los sacerdotes a atender algunos grupos pastorales o comunidades a las que ellos no pueden llegar siempre, bien sea porque están muy alejadas de la sede parroquial, o porque el sacerdote tiene muchas comunidades bajo su responsabilidad, y debe distribuirse para asistir a todas ellas al menos una vez al mes, o una vez cada dos meses.

Yo estuve colaborando con el párroco de mi parroquia de origen, la parroquia San Pedro Apóstol de Rivas. Ahí acolitaba en las misas diarias (de lunes a sábado era una misa al día, excepto los jueves que eran tres misas); los domingos eran cinco misas. 

En más de una ocasión el párroco no pudo asistir a alguna misa de las que tenía en las comunidades de la parroquia, así que me tocó realizar una celebración de la Palabra. Fueron oportunidades en las que pude acercarme más a los fieles, y junto a ellos discernir lo que la Palabra de Dios nos decía en la Liturgia de esos días.

Compartí con los diversos grupos de la parroquia (mayordomos de la Inmaculada, pastoral juvenil, consejo parroquial, pastoral de liturgia, etc.); también ayudé a impartir unas catequesis que se ofrecían a toda la diócesis desde la Vicaría de la Nueva Evangelización, como una forma de colaborar con el nuevo plan pastoral que vive mi diócesis. 

Participé de la XI Asamblea Nacional de Pastoral Juvenil; ahí compartí el tema sobre “El Llamado que hoy nos hace Aparecida”. Estar en esta asamblea hizo que pudiera escuchar las necesidades que tienen los fieles de todo el país, y revitalizar mi fe con el espíritu de alegría característico de la juventud nicaragüense.

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