CARLOS BRACHO.- La Iglesia universal se une al júbilo que alegra a todos los venezolanos por la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández Cisneros. En vida fue ciudadano ejemplar, médico piadoso, destacado investigador, profesor universitario y un devoto cristiano, que hizo de su vida servicio, entrega y caridad a los más necesitados.

Primeros años
El Beato José Gregorio nació en Isnotú, Estado Trujillo en Venezuela, el 26 de octubre de 1864, en el seno de una familia humilde, sencilla, con muchos principios y valores cristianos. Estos lo llevaron a ser un niño servicial, atento para apoyar en lo necesario y sobre todo dispuesto siempre a aprender todo para ser un hombre que con alegría pudiera ayudar a los necesitados.
En un momento de su vida toma la decisión de ser abogado, pero motivado por su padre considera la opción de estudiar Medicina. Para ello es enviado a la capital, por ser el único lugar en el momento donde podía estudiar la carrera.

Nunca olvidó lo aprendido en su casa, especialmente encomendarse a Dios y saber que se estaba preparando para poder ejercer su profesión en medio de la realidad que atravesaba la nación.
Se gradúa con honores y decide regresar a su pueblo natal, considerando las necesidades que existían en su humilde poblado. Una vez allí recibe la invitación del Gobierno de Venezuela para salir del país y especializarse en su profesión cursando estudios en Francia y Alemania, lo cual trajo consigo beneficios no solo para él, sino también para toda la nación, pues permitió que con sus conocimientos surgiera un adelanto científico y modernización de la medicina local.
«El médico de los pobres»
Llegando a Venezuela, se convirtió en Profesor de la Universidad Central en Caracas. Sus conocimientos le permitieron convertirse en una persona reconocida y admirada por todos, pero nunca dejó de ser un hombre dispuesto a darlo todo por el bien de la humanidad.
A pesar de que recibió muchos méritos y reconocimientos que le permitieron ser punto de referencia importante al hablar de la medicina venezolana, y que fuera considerado una persona destacada del siglo XX en Venezuela, nunca dejó de ser ese hombre sencillo, honesto, humano, solidario, trabajador, que confiaba en Dios y que por treinta años dedicó su vida a la medicina.
Era considerado como el médico de los pobres, aunque a él acudían de todas las clases sociales. Nunca le faltó la caridad al momento de atender a sus pacientes y a todos siempre les aconsejaba y les hablaba de Dios.
En más de una oportunidad atendía a los enfermos llegando hasta sus casa, llevándoles él mismo los medicamentos que necesitaban y si alguna persona con dinero necesitaba de su servicio al momento de querer pagar la consulta le decía que ese dinero se lo diera a los pobres o alguna persona que lo necesitara.
En una de tantas visitas a enfermos, el 29 de junio de 1919 mientras cruzaba una calle fue atropellado por un automóvil, y tras un golpe fatal en su cabeza muere en ese instante. Fue algo que sintió toda la población, la pérdida de un hombre ejemplar que ha dejado una huella imborrable en la mentes y corazones del pueblo que le vio nacer.

Camino a la beatificación
Sin duda alguna, el Beato José Gregorio Hernández fue un hombre que supo combinar su actividad como médico, docente e investigador, cristiano ejemplar que destaca por su caridad y servicio. El imaginario popular comenzó a acudir a él sin ser considerado santo, para pedir que intercediera ante Dios y poder alcanzar la sanación de alguna enfermedad personal o de algún familiar. Por lo que la Iglesia comienza en 1949 el proceso para su futura canonización.
Para el año 1986, Su Santidad Juan Pablo II reconoce en él virtudes heroicas y toma la decisión de declararlo venerable. Con la esperanza puesta que llegaría el momento oportuno en que continuaría su proceso para llegar a los altares, el 18 de enero de 2018 se dio apertura a su caso. Se estableció una comisión teológica conformado por seis expertos que aprobaron el milagro que se le atribuyó y sirvió como causa para su beatificación.
La noticia de Su Santidad, el Papa Francisco, de la beatificación llenó de alegría y jubilo al pueblo que le vio nacer, siendo ello una luz en medio de tantas dificultades. Una oportunidad para acercarnos más a Dios en medio de la pandemia y viendo la realidad que atraviesan muchos venezolanos que han tenido que emigrar del país.

Celebración en Bidasoa
La alegría de saber la fecha y que llegaba el día de la beatificación nos llevó a los seminaristas venezolanos a reunirnos como cada viernes lo hacemos aquí en Bidasoa. Con algunas comidas típicas como empanadas y pastelitos (de las que hicimos partícipes también a hermanos de otros países) pudimos celebrar y compartir la felicidad por algo que desde hace mucho esperábamos.

Nosotros hemos crecido conociendo la vida del Beato Dr. José Gregorio Hernández y hoy una vez alcanzado este paso tan importante en su proceso de canonización estamos invitados a darle gracias a Dios y a aprender del beato a ser fieles a Dios en la vocación a la que nos está llamando.
Que el ejemplo de este hombre humilde nos sirva a toda la Iglesia para descubrir que hay mucho por hacer en el mundo; solo es necesario confiar en Dios y dejarse guiar por Él, estar dispuesto a servir y ser consciente que lo realizado se lleva a cabo sin esperar nada a cambio. Con alegría hemos alcanzado que se reconozca que puede interceder para poder alcanzar de Dios la paz que tanto necesita el mundo hoy.
Beato José Gregorio Hernández, ruega por nosotros.
Sobre el autor

Carlos Alberto Bracho Rodríguez es seminarista de la Diócesis de Cabimas (Venezuela). Le gusta cantar, conocer nuevos lugares, escuchar música, y realizar grandes recorridos caminando. Entre sus santos favoritos se encuentran San José, San Carlos Borromeo y Santa Teresita del Niño Jesús. Estudia actualmente 3º de Teología.