Después de casi un año de formación en el Seminario Internacional Bidasoa, tuve la gran oportunidad de volver a Rio de Janeiro y encontrarme de nuevo con mi familia, ayudar en las celebraciones litúrgicas y pastorales de mi parroquia y, además, compartir un tiempo con el Señor Cardenal, Exmo. Mons. Orani Juan Tempesta. Me parece que este tiempo ha sido de mucho provecho espiritual para mi formación humana y pastoral, ya que durante mi estadía pude poner en práctica todo lo aprendido tanto en el seminario Bidasoa como en la Universidad de Navarra
La fraternidad de Bidasoa es una de las cosas que más me llama la atención, y en esta pastoral procuré ser transmisor de esa fraternidad que se vive en el seminario. Estuve realizando trabajo pastoral en mi parroquia y en otras parroquias donde antes había estado de misión; en todas ellas pude colaborar en las formaciones de los diferentes agentes de pastoral; además que les compartí la experiencia que he tenido al estudiar y convivir con seminaristas procedentes de diversos países.
Junto a mi compañero de curso, Artur, tuve la oportunidad de estar una semana con el señor cardenal y otros obispos de mi país; durante esta semana ayudamos en las celebraciones eucarísticas y vivíamos en la residencia del señor cardenal, esto nos ayudó a fortalecer los lazos de filiación que nos unen a nuestro padre y pastor.
Un gran momento de nuestras vidas fue recibir, de manos de nuestro arzobispo, la Colación al Ministerio del Lectorado, acercándonos así al futuro ministerio que desempeñaremos en la Iglesia. Confieso que estuve muy nervioso en la liturgia de ese día, pues soy consciente de lo que este rito significa; además que es una liturgia muy compleja y debía estar atento a cada momento de la eucaristía.
Por otra parte, poder compartir con nuestros hermanos seminaristas del seminario de Río de Janeiro fue algo reconfortante. Volver a verlos fue de mucha ayuda para nuestra vocación, ya que pudimos charlar y compartir nuestras vivencias.
Al acercarse los días de volver a Pamplona tuve un sentimiento de serenidad muy reconfortante, puesto que me sentía pleno por haber podido compartir con mi familia, amigos, hermanos de seminario, formadores y con los obispos que tuve la oportunidad de conocer. Este momento quedará en mi corazón puesto que volví con más ganas de reafirmar mi sí al Señor.