Viaje del Papa Francisco a Iraq

RICARDO QUEVEDO.- El fin de semana pasado, el Papa Francisco viajó a Iraq. Era la primera vez que un Papa visitaba la tierra de Abraham, nuestro padre en la fe. Desde Bidasoa, acompañamos al Santo Padre con nuestra oración, recordándolo sobre todo en la Santa Misa.  

Como ya es costumbre, el Papa Francisco se dirigió a la Basílica Santa María La Mayor, antes de iniciar su viaje, para encomendarle a la Salus Populi Romani los frutos de su trigésimo tercer viaje apostólico. En la mañana del 5 de marzo salió de Roma con destino a Bagdad. Con el lema “Todos son hermanos”, el Papa Francisco viajaba a una nación destruida por el autodenominado Estado Islámico y con una grave crisis humanitaria y política de la que apenas se ha levantado.

Que su respuesta se renueve cada día y los lleve a compartir la Buena Nueva con entusiasmo y valentía

Papa Francisco, Encuentro con los obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y catequistas

Al llegar a la capital, fue recibido por el primer ministro de Iraq en la sala VIP del aeropuerto. Luego se dirigió al palacio presidencial para la ceremonia oficial y la recepción con el presidente de la República iraquí, Barham Ahmed Salih Qassim, y dio un discurso a las autoridades civiles y el cuerpo diplomático.

Poco después viajó a la catedral siro-católica de Nuestra Señora de la Salvación para el encuentro con los obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y catequistas en el que agradeció la valentía y la esperanza viva de los cristianos iraquíes. Fue un encuentro muy significativo en el que Francisco animó a obispos, sacerdotes y seminaristas a “que su respuesta se renueve cada día y los lleve a compartir la Buena Nueva con entusiasmo y valentía porque es importante estar en medio del rebaño y ofrecerles nuestra presencia y nuestro acompañamiento, siendo pastores y servidores del pueblo y no administradores públicos, clérigos funcionarios”.

No nos cansemos nunca de mirar al cielo, de contemplar estas estrellas, las mismas que, en su época, miró nuestro padre Abrahán

Encuentro interreligioso, Llanura de Ur

El sábado 6 se dirigió a Nayaf para la visita al Gran Ayatolá Sayyid Ali Al-Husein Al-Sistani –la máxima autoridad chiíta del país–. Después el Sumo Pontífice viajó a Nasiriya para el encuentro interreligioso en la llanura de Ur. En este lugar tan significativo, el Papa pudo escuchar los testimonios de varias personas que le agradecían el testimonio y el apoyo de la Iglesia en la reconstrucción de Iraq y, en su discurso, invitó a todos los presentes a no cansarse “de mirar al cielo, de contemplar estas estrellas, las mismas que, en su época, miró nuestro padre Abraham”, y “a caminar en la tierra comprometiéndonos para que se realice el suelo de Dios: que la familia humana sea hospitalaria y acogedora con todos su hijos y que, mirando el mismo cielo, camine en paz en la misma tierra”. Luego tuvo lugar la oración de los hijos de Abraham con los demás líderes religiosos de otras confesiones religiosas presentes. Más tarde, el Papa viajó a Bagdad, para la Eucaristía en rito caldeo en la Catedral de San José.

El Domingo 7 se dirigió a Erbil, Región Autónoma del Kurdistán iraquí, donde fue recibido por el presidente y el primer ministro en la sala VIP del aeropuerto y mantuvo una breve reunión con las autoridades religiosas y civiles de la región. Tras esto, viajó a Mosul para ofrecer una oración de sufragio por las víctimas de la guerra, precisamente cerca de las ruinas de la mezquita Al Nuri y de la iglesia de Nuestra Señora de la Hora. Al finalizar, se dirigió a Qaraqosh para visitar en dicha comunidad la Iglesia de la Inmaculada Concepción. Posteriormente, se trasladó a Erbil para la Santa Misa en el estadio Franso Hariri que estuvo desbordada de fieles. Francisco usó el Papamóvil y fue recibido con mucha alegría. Terminada la Eucaristía, se dirigió de nuevo a la capital.

El lunes 8 por la mañana fue la ceremonia de despedida en el Aeropuerto Internacional de Bagdad, acompañado por el presidente y toda su comitiva. Francisco se despedía así como peregrino y mensajero de paz en Iraq. Durante el vuelo de regreso envió un telegrama expresando al presidente “su profunda gratitud al amado pueblo de Iraq por la cálida acogida y generosa hospitalidad”, y en transcurso del viaje, al sobrevolar Turquía, Grecia y Albania, dirigió a los jefes de Estado de dichas naciones sendos telegramas de saludo y deseos de paz y bienestar.

Al aterrizar en Roma, el Papa pasó a la Basílica Santa María La Mayor y dejó sobre el altar de la Virgen un ramo de flores traído de Iraq.

El autor

Ricardo Quevedo es seminarista de la Diócesis de El Vigía – San Carlos del Zulia (Venezuela). Le gusta escuchar música, jugar voleibol y béisbol. Sus santos favoritos son San Juan Bosco, Santa Teresa del Niño Jesús y San Juan Pablo II. Estudia actualmente 3º de Teología.

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