Vivimos la projimidad como expresión del amor de Jesucristo

La pandemia producida por el COVID-19, sin lugar a dudas, ha influido en la vida de prácticamente toda la humanidad; todos hemos visto las repercusiones producidas por esta enfermedad. Pero es precisamente en escenarios como estos donde se puede asistir a escenas de gratificantes experiencias que nos muestran que el amor, la solidaridad y el servicio dan sentido a la vida humana.

Recientemente en nuestro seminario hemos vivido un brote de covid-19. Desde que el virus se detectó por primera vez, en muy pocos días un buen número de formadores y seminaristas dieron positivo. Teniendo este escenario ante nosotros tuvimos que adaptar algunas cosas en la convivencia. Quienes estaban sanos hicieron de enfermeros de todos los confinados: llevándoles la comida, recogiendo y tirando la basura de sus habitaciones, y estando al pendiente por si necesitaban algo. 

Lawrence Magallanes, uno de los seminaristas que durante estos días ayudó en el equipo de enfermería, expresa que esta situación “ha sido una gran oportunidad para aplicar una de las enseñanzas de Jesús: visitar a los enfermos. Entregarles sus alimentos, ropa y artículos de primera necesidad ha supuesto vivir momentos de plenitud porque les he podido ayudar”. Por su parte José Pérez, otro seminarista que ha ayudado en el mismo equipo, considera “gratificante ver a mis hermanos seminaristas servir a los confinados con mucha alegría”.

Quienes estaban confinados también tuvieron que readaptar su vida durante esos días, tratando de sobrellevar la enfermedad buscando sacar de ella muchas cosas positivas. Uno de los seminaristas confinados, que identificaremos como José, considera que “esta situación extraordinaria, que vivimos en Bidasoa, es una buena ocasión para aprender a dejarse querer por los demás; descubrir que no somos superhombres y que necesitamos de los otros; y, sobre todo, a ser agradecidos”.

También eran parte del equipo de ayuda dos directores espirituales, que son a la vez médicos. Conversando con uno de ellos, D. José María Pardo, nos cuenta que al momento de realizar las visitas de rutina a cada enfermo “aprovechaba para darles los buenos días, desearles una feliz jornada, preguntarles si necesitaban algo y animarlos a que sobrenaturalizaran su pesado confinamiento. Aunque estos días se caracterizan por el desgaste, tanto físico como anímico, he procurado seguir una enseñanza de San Josemaría: ver a Jesús en los enfermos. Con Él todo es más fácil”.

De esta manera procuramos vivir la solidaridad, el amor y la caridad con todos nuestros hermanos, pues esto es a lo que estamos llamados los cristianos. Como lo expresa el Papa Francisco en el mensaje a los enfermos de 2021, «la cercanía, de hecho, es un bálsamo muy valioso, que brinda apoyo y consuelo a quien sufre en la enfermedad. Como cristianos, vivimos la projimidad como expresión del amor de Jesucristo, el buen Samaritano, que con compasión se ha hecho cercano a todo ser humano, herido por el pecado”. 

Grupo de seminaristas que conformaron el equipo de enfermería.
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