De María Nunquam Satis.

Se suele decir que el mes de mayo es el mes de la Virgen, con justa razón hacemos esta afirmación, pues mayo está lleno de hermosas celebraciones en honor de la Tota Pulchra. En mi país mayo es el mes de las madres, de tal manera que la celebración a María durante este mes suele tener una nota característica de amor entrañable hacia nuestra Madre celestial. De cualquier manera, siempre es una buena oportunidad para celebrar a la Regina Coeli.

Todo este mes de mayo entra dentro de la cincuentena pascual; es un tiempo en el que debemos recordar con especial reverencia que Cristo, antes de morir en la Cruz, entregó a su Madre al Apóstol que más amaba: Juan. En la persona de Juan nosotros recibimos a María como nuestra Madre, junto a ella vivimos la Pascua y todos los momentos de nuestra vida. María nos fue dada como Madre para conducirnos por el camino correcto que nos llevará hasta la Jerusalén celestial.

No es un culto exagerado, mucho menos idolátrico. El culto a María (culto de hiperdulía) es el homenaje mínimo que la Iglesia puede rendir a la mujer que no reparó en obedecer y en entregar su voluntad a la Voluntad del Creador. María se eleva en la Historia de la Salvación como la nueva Eva, la mujer que con su entrega generosa abrió la puerta para que entrara la salvación al mundo.

Salve, por ti Dios nos abrió el paraíso.

Akathistos.

Durante esta Pascua María nos acompaña en la espera del Paráclito prometido. Junto a ella la Iglesia se goza y se alegra. Por esto a ella le cantamos:

«Salve, por ti fue borrada la culpa,
Salve, por ti Dios nos abrió el paraíso.
Salve, tú llave del reino de Cristo,
Salve, esperanza de bienes eternos». Akathistos.

 

Entre los clásicos de teología se decía que: «de Maria nunquam satis» (de María nuca diremos lo suficiente). Esta expresión clásica es cada día confirmada. Ciertamente pareciera un poco exagerada, pero si detenidamente vemos la Historia de la Iglesia, desde sus primeros inicios, facilmente nos percataremos que María ha guiado, acompañado e iluminado a los cristianos para que su camino no se desvie y se dirijan siempre hacia Dios.

No es exagerado decir que de María nunca diremos lo suficiente, pues no caben las palabras para expresar la grandeza de esta mujer de nuestra raza. María es la más perfecta creación de Dios; muy bien lo doce el canto: «más pura que tú solo Dios».

Los cristianos tenemos la maternal compañía de María. Ojalá que todos, junto a San Luis María Grignon de Montfort, podamos decirle: «Totus Tuus».

Sobre el autor

Alder Harol Álvarez Maltez es seminarista de la Diócesis de Granada (Nicaragua). Entre sus aficiones está la lectura y la historia. Sus santos favoritos son San Juan Pablo II y San Josemaría. Estudia actualmente 2º de Teología.

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