ALDER ÁLVAREZ.- El lema con el que hemos sido convocados por el Santo Padre para la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará a nivel diocesano el 21 de noviembre próximo, comienza con un fuerte imperativo: «¡Levántate!». Es un imperativo que nos estimula a dejar nuestra “zona de confort” para reorientar nuestra vida.
En el mensaje que el Papa Francisco ha dedicado para esta Jornada nos habla a toda la Iglesia, pero en especial a los jóvenes, pues como él mismo nos ha dicho en ocasiones anteriores, somos «el presente, no el futuro, de la Iglesia». Y habla de manera especial a los jóvenes porque la juventud, con sus energías, con su fuerza, con su ingenio, y sobre todo con su amor, puede aportar muchas cosas a Cristo, reflejado en la vida común que tenemos como Iglesia, y reflejado también en cada hermano de nuestra sociedad.
Por eso, con el lema de esta JMJ, el Papa nos recuerda esas palabras que Jesucristo le dijo a Saulo, quien posteriormente se convertiría en uno de los grandes evangelizadores de nuestra fe. Saulo, caído por la impresión que le causó el ver y escuchar a quien perseguía, se da cuenta de que Jesucristo es Dios mismo, que había venido a salvar a todos aquellos que creyeran y confiaran en sus palabras.
¡Cuántos jóvenes tienen la pasión de oponerse e ir contracorriente, pero llevan escondida en el corazón la necesidad de comprometerse!
Papa Francisco
Dos mil años después, muchos aún continuamos en este estado de shock y de impresión, pues, como Saulo, hemos tenido noticias de Jesús, y quizás ya le reconocemos como nuestro Dios y Salvador, pero aún no tomamos la decisión de salir de ese estado de impresión y ponernos a trabajar para la extensión de su mensaje. Por eso, es providencial que durante esta jornada escuchemos ese ¡levántate!
«¡Cuántos jóvenes tienen la pasión de oponerse e ir contracorriente, pero llevan escondida en el corazón la necesidad de comprometerse!»: estas palabras del Papa nos deben interpelar a todos, nos llaman a no tener miedo de comprometernos e ir contracorriente. La corriente por la que se dirige el mundo altamente influido por el hedonismo, el nihilismo y otras ideologías igualmente destructivas y cancerígenas, nos lleva a un sinsentido en el que todo vale, y en el que la persona pierde por completo su auténtico valor, que tiene su fundamento último en Dios, de quien procede todo.
El ir contracorriente quiere decir no dejarnos influir por esas corrientes de pensamiento, y defender con claridad y vehemencia el valor auténtico e inalienable que cada ser humano tiene. Por ejemplo, hoy en día ir contracorriente es defender el derecho a la vida que tiene toda persona desde el momento de su concepción, o hablar contra la eutanasia, o hacerlo en defensa de la familia. Ir contracorriente es hablar del Evangelio de Cristo, que nos enseña que todos somos hermanos por tener un Padre común, y que por ende no podemos tratar a los demás como simples objetos a los cuales utilizar para conseguir algo más.
Ningún joven está fuera del alcance de la gracia y de la misericordia de Dios. De ninguno se puede decir: está demasiado lejos, es demasiado tarde
Papa Francisco
Es aquí donde reside una importante labor que debemos ejercer todas las personas que tenemos alguna responsabilidad en la Iglesia, y no me refiero solamente al Papa, obispos, sacerdotes o religiosos (as), sino que también me refiero a todos los laicos comprometidos como los catequistas, los líderes de los grupos juveniles, y quienes trabajan en distintas áreas pastorales de nuestras diócesis y parroquias.
Entre todos debemos saber apreciar lo que cada joven, o cualquier otra persona, que se acerca a nuestras parroquias puede aportar, tratando de acercarlo cada vez más a la vida comunitaria de la Iglesia, animándole a comprometerse sin temor alguno, para que pueda experimentar eso mismo que nosotros en algún momento de nuestra vida experimentamos, y por lo cual seguimos trabajando en la construcción de la añorada «civilización del amor».
Cuando logremos apasionar a los demás con el Evangelio del Señor ellos podrán salir de sí mismos e ir contra la corriente por la que va el mundo, yendo por el camino que Cristo nos indica.
Para esto el Papa nos da una pauta al decirnos que «ningún joven está fuera del alcance de la gracia y de la misericordia de Dios. De ninguno se puede decir: está demasiado lejos, es demasiado tarde». Es decir, ¡nunca es tarde para proclamar la Buena Nueva de Cristo! Todos podemos ser alcanzados por la gracia del Señor. Eso siempre lo debemos tener claro, para así evitar actitudes de exclusión hacia cualquier persona. Nuestro trabajo como discípulos de Cristo no es excluir, sino incluir, acercar a los demás y mostrarles la Bondad y Misericordia de Dios, que en primera instancia se mostrará con nuestro ejemplo de vida.
Sólo un encuentro personal —no anónimo— con Cristo cambia la vida
Papa Francisco
Quisiera retomar una idea más de este mensaje que nos deja el Santo Padre, porque es parte de nuestro día a día. Ciertamente, dice el Papa, «se buscan cada vez más los focos del primer plano, sabiamente orientados, para poder mostrar a los “amigos” y “seguidores” una imagen de sí que a veces no refleja la propia verdad». Con esto lidiamos cada día en las redes sociales. Vemos las historias de Whatsapp, Instagram, Facebook u otras redes sociales, llenas de imágenes y videos fuertemente editados, con una clara preocupación, por parte de sus creadores, de causar la mejor impresión posible.
Estoy seguro de que muchos conocemos a personas que viven cada día preocupados por este tipo de cosas. Por lo general, son personas que sienten la necesidad de ser aplaudidas constantemente, o quieren sentirse integrados. A ellos hay que hablarles de Cristo, que no se fija en si el “outfit” que llevamos puesto nos combina o no; tampoco se fija si estamos pasados de peso, o si somos altos o bajos. Jesús, por atónito que parezca, nos AMA tal como somos.
El amor de Cristo, totalmente desinteresado, debe ser nuestra bandera; sobre todo, cuando la concepción del amor se ha tergiversado a lo puramente pasajero. Por eso hay que recuperar la auténtica noción del amor cristiano, que es un amor que lo trasciende todo.
Sólo logrando llevar a Cristo a todos los ambientes donde nos encontremos, y sobre todo haciéndole presente con nuestro ejemplo de vida, podremos lograr que más personas se enamoren de ese Dios hecho Hombre. Como dice el Papa, hay que tener presente que «sólo un encuentro personal —no anónimo— con Cristo cambia la vida».
Sobre el autor
Alder Harol Álvarez Maltez es seminarista de la Diócesis de Granada (Nicaragua). En su país, fue secretario ejecutivo de la Pastoral Juvenil a nivel nacional. Entre sus aficiones está la lectura y la historia. Sus santos favoritos son San Juan Pablo II y San Josemaría. Estudia actualmente 2º de Teología.